La importancia de identificar nuestros patrones relacionales
- franciscapenalozar
- 27 mar
- 3 Min. de lectura

¿Te identificas con esta pregunta? Me ha tocado varias veces abordar esta pregunta en diferentes procesos que acompaño y en varios de ellos se repite la misma idea: aunque mis parejas sean diferentes personas, pareciera que nos sentimos atraídxs o nos enamoramos de un "mismo tipo".
Esta idea no surge de forma casual, sino que se sostiene en el hecho de que, a menudo, repetimos ciertos patrones en nuestras relaciones. Estos patrones están profundamente vinculados con nuestra historia, especialmente con las primeras experiencias de vínculo que tuvimos con las figuras significativas de nuestra vida, tales como nuestros padres o cuidadores.
¿Por qué repetimos patrones? -se estarán preguntando-. La verdad es que no existe una única razón y es importante analizar cada caso, pero algo que he observado con frecuencia es que las relaciones que tuvimos con las personas que nos cuidaron en la infancia dejan una huella significativa en nuestra forma de entender y vivir el amor. Ya sea que hayamos experimentado ausencia emocional, relación segura y de confianza, sobreprotección o vínculos conflictivos, estas experiencias iniciales marcan nuestro "mapa afectivo". Lo que ocurre, entonces, es que, de alguna manera, nos sentimos atraídxs por formas de cuidado y cariño que nos son conocidas, y, generalmente de manera inconsciente, vamos replicando las formas en las que nos relacionamos con esas primeras figuras de cuidado. Es así como terminamos emparejándonos con personas que nos quieren de una manera que nos es familiar, aunque esos vínculos no nos generen bienestar.
Por lo tanto, lo que repetimos no son las personas, sino las formas en las que nos vinculamos.
Las figuras de cuidado son fundamentales en el desarrollo de nuestra capacidad de establecer vínculos con otrxs. Por ejemplo, cuando una relación temprana está marcada por inseguridad emocional, desatención o un amor condicionado, esos patrones no se borran fácilmente. Por el contrario, tienden a reactivarse en nuestras relaciones adultas y, sin que nos demos cuenta, podemos terminar sintiéndonos atraídxs por personas que, aunque no sean exactamente iguales a nuestras figuras parentales, actúan de formas similares. Aquí es donde surge lo conflictivo y doloroso, porque generalmente no somos conscientes de estos patrones. Lo que percibimos en nuestras relaciones actuales son dinámicas que crean tensión o conflictos, que se viven de manera inexplicable o inevitable.
Freud (1912) lo describe claramente lo que ocurre en los vínculos adultos: tenemos la tendencia inconsciente a recrear en nuestra vida adulta las mismas dinámicas emocionales que vivimos en la infancia. Por eso, aunque cambiemos de pareja, seguimos "eligiendo" a personas que nos generan las mismas respuestas emocionales que las relaciones tempranas.
Entonces, ¿cómo podemos dejar de repetir estos patrones?. Lo primero es poder identificar los patrones que repetimos en nuestras relaciones y si estos nos generan malestar. Si logramos reconocer estos mecanismos inconscientes, podemos empezar a mirar nuestra historia y comprender cómo influye en nuestras relaciones actuales. Aunque este puede ser un proceso desafiante y doloroso, el entendimiento profundo de nuestra historia personal nos ofrece la posibilidad de resignificar y reconfigurar nuestra forma de vincularnos. Así, pasamos de la afirmación "siempre me enamoro del mismo tipo de persona" a las preguntas: "¿por qué será que tiendo a relacionarme de esta esta manera?" ¿qué efectos tiene en mi?".
Sin duda, este proceso es difícil de transitarlo individualmente y es ahí donde el espacio terapéutico se presente como un lugar seguro para explorar estos patrones y alcanzar ese entendimiento. Sin embargo, es importante recordar que, al hacerlo, no estamos cambiando a las personas con las que nos relacionamos, sino nuestra forma de relacionarnos. Solo así podremos vivir relaciones más auténticas, sanas y satisfactorias, que no estén marcadas por el sufrimiento o la repetición inconsciente de viejas heridas.
Al entender los patrones que hemos aprendido y observado en los vínculos con nuestras primeras figuras de cuidado, podemos comenzar a relacionarnos desde un lugar más consciente y en sintonía con lo que realmente queremos y esperamos. La verdadera clave está en reconocernos a nosotrxs mismxs y entender cómo nuestra historia ha influído en nuestra manera de vivir y comprender el amor. Al hacerlo, podremos liberarnos de los viejos patrones y comenzar a construir relaciones más plenas y enriquecedoras.
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